miércoles, 31 de octubre de 2007

El terror habita al final del pasillo


Serían las seis y media de la mañana. Meg se levantó de la cama con la pereza propia de quién pasó la noche en vigilia. No obstante, la tormenta se había cebado con los cristales de su habitación. El incansable viento del norte estrellaba las gotas de lluvia contra el vidrio, como un tableteo de ametralladora lejana. Meg nunca había sido una mujer endeble, desde temprana edad aprendió a hacer frente a la adversidad. Aquella mañana, en cambio, deambulaba por la casa con marcada incertidumbre –su marido no estaba en la cama. Habitualmente Wolf no daba un paso sin advertírselo a ella. Un relámpago iluminó el pasillo y, durante ese breve flash, Meg percibió en el suelo sus zapatillas; la anárquica posición delataba que por alguna razón él había tenido que desprenderse de ellas a la carrera. Ya no le cabía duda, algo estaba ocurriendo. Avanzó unos pasos y un sudor frío recorrió su cuerpo, un ruido provenía del otro extremo del corredor, ahora era como si la lluvia cayese del mismísimo techo de la habitación. No podía ser, se pellizcó en la mejilla, no estaba soñando, era el grito angustioso de Wolf que la llamaba. Sintió una puñalada de adrenalina, era su voz, la misma que había oído tantas y tantas veces: -!!!!!!!!!! Megggggggg, capullo, trame la muda y larbornozzzzzzzzzz¡!!!!!!¡¡¡ Y échale una mirá al butano, anda!!!
Escrito a petición de Palabras
que no dicen nada
, a quién también va
dedicado

4 comentarios:

Meg dijo...

Muy bueno, terrorífico y humorístico, tal como prometiste, me gusta cómo mantienes la tensión hasta el final.

Más claro, agua dijo...

Pues sí que da miedo, sí.

A mí el que más me gusta es uno de Andrés Neumann:

"Se despertó recién afeitado"

FIN

;-)

Ful dijo...

Gracias Meg, luego te pago lo que acordamos por elogio.

Más claro, agua: El final da mucho miedo por que es lo más real, por desgracia

LOLA GRACIA dijo...

Ay...esos gritos tan amorosos bajo una ducha de agua fría.