lunes, 15 de agosto de 2005

Diario de un lunes

A eso de las siete y algo me eché al hombro un ataúd, lo había hecho ya alguna vez pero ésta fue por placer, era un buen tipo, nos había hecho reír tanto tantas veces que a casi nadie se le hubiera ocurrido llorar. Lo arrastramos hasta el fondo del nicho como si escondiéramos en lo alto del armario los regalos de los Reyes Magos... y pesaba, su alma no había debido de irse. Era lógico.

1 comentario:

. dijo...

bonito.
tierno y bonito.