A raíz de la famosa “partícula de Dios”, nombre dado al recién descubierto
Bosón de Higgs, como causante de la
materia a través del campo del mismo nombre, José Antonio Martínez Camino,
portavoz de la Conferencia Episcopal, ha publicado un artículo en el diario El
Mundo (6/7/2012) para sonrojo de cualquier mente medianamente amueblada. A
continuación les desgrano su texto con mis comentarios al respecto. Sé que
discutir con quien desprecia la razón es
perder el tiempo pero eso es exactamente lo que quise hacer.
Para divulgar los nuevos descubrimientos
científicos se recurre con frecuencia a términos religiosos. Ahora se ha
encontrado la partícula de Dios. En este contexto, decir partícula de
Dios es emplear un lenguaje figurado para llamar la atención sobre la
importancia trascendental de ese objeto de la naturaleza. Algo así como decir
de un magnífico jugador que es un «dios del fútbol». Alguien, entre los menos
versados en lo que es la ciencia experimental, podría entender esta expresión
en el sentido de que, por fin, la ciencia habría encontrado el origen de todo
y, por tanto, que ya no sería necesario recurrir para nada a Dios. ¿Qué decir
de todo ello?
Debo empezar diciendo que me parece inconexo citar al portavoz de la
Conferencia Episcopal para analizar los avances en la Física de partículas. Es
como si para valorar un avance en Genética tuviera que solicitar la opinión de
un violinista. Tragada pues la primera falacia pasamos a la siguiente: discutir
sobre un enunciado falso -“la ciencia habría encontrado el origen de todo”-. La
ciencia busca el origen de todo, otra cosa es que lo encuentre, en cualquier
caso la hipótesis de Dios no es necesaria, como tampoco lo es la hipótesis del Ratoncito Pérez para la
Odontología.
1. Que la palabra Dios sigue
ejerciendo una de sus funciones principales de siempre: remitir a lo último, a
la razón de las razones. Por eso echan mano de ella los divulgadores, aunque
los científicos tengan sus reparos.
La idea de que Dios es la razón de todo no deja de ser un pensamiento
circular, pues habría que preguntarse a continuación cuál es la razón de la
razón de Dios y así sucesivamente. En este caso lo mejor es lo más honrado, partir
de lo que hay, el Universo, ante el cual cualquier elucubración ha de ser demostrada.
Los científicos no tienen reparos en esto, tienen vergüenza.
2. Estos reparos son comprensibles,
porque los científicos serios saben que la palabra Dios no pertenece
al vocabulario específico de las ciencias empíricas, sin que eso quiera decir
que ellos tengan que ser ateos. De hecho, Peter Higgs, el que predijo la
existencia de lapartícula de Dios -sin haberla bautizado él así- es
creyente. Tampoco quiere decir que la ciencia sea incompatible con la religión
o con la teología. Se trata de una cuestión de método.
Martínez Camino nos cita aquí una redundancia malvada, “los científicos serios” -¡como si fuese
posible ser científico-no-serio ¡-, para afirmar en boca de ellos que Dios no
pertenece a las ciencias empíricas. Bueno, ni a las ciencias empíricas ni a ninguna
otra cosa razonable mientras no se aporten evidencias racionales de su
existencia, (hasta ahora todo el material presentado para argumentar tal idea
ha sido refutado, a excepción de su poética, que eso, al ser un sentimiento, es
personal e intransferible).
Pero lo más sorprendente es que este portavoz de la Verdad nos cuele una
gran mentira al considerar a Peter Higgs como un gran creyente cuando él mismo se
ha declarado ateo. Qué pena que las religiones admitan la falsedad cuando tiene
como fin defender a Dios.
Al final del párrafo nos habla de la compatibilidad de la ciencia con la
religión y con la Teología. La misma afinidad que puede haber entre ciencia y Cubismo
o la religión y la pesca de altura. Porque, aquí sí que coincido con Mnez.
Camino, es precisamente el método el que diferencia a la ciencia de la religión.
La ciencia parte de lo que se puede saber y avanza hacia la verdad, la
teología parte de que ya sabe la Gran Verdad y dedica toda su actividad a que
le cuadren las piezas.
3. En efecto, el método de la Física no
puede tener por objeto las realidades espirituales, que no admiten ser medidas
ni pesadas, sin que por eso sean menos reales o importantes que las otras.
Realidad espiritual es, por ejemplo, el amor humano.
Suponiendo que la neurociencia nos diga algún día que entendemos por
Realidad, “en el caso de que exista tal cosa” (Feynman, Nobel de Física),
nuestro mundo entendible no sólo se pesa y se mide, como dice el purpurado, sino que se razona, y como un chiste que leí por ahí “todo se entiende bajo el método racional,
cualquier otro método puede usarse pero antes ha de ser razonado”. El señor
Camino nos habla del amor como ejemplo de Realidad espiritual, y no pudo tener
peor fortuna con el ejemplo, porque si uno quiere perderse en la nada sólo
tiene que intentar una definición. Entre el amor de Santa Teresa y el amor de dos jóvenes ocupando el mismo asiento del
coche en el aparcamiento de la discoteca cada uno puede encontrar el que más se
ajuste a su concepto según la hora del día.
4. Si no se da por bueno que, en
realidad, todo se reduciría a lo medible y a lo pesable, se ha de conceder que
la Física puede ayudarnos a entender mejor cómo es y cómo se comporta ese mundo
de lo físico pero no podrá nunca responder adecuadamente a la pregunta por la
razón de ser del cosmos: la pregunta por su origen y por su finalidad.
Esto es otra falacia, la cosas no tienen razón de ser, simplemente son. Las
razones místicas las pone nuestra cultura. Unos creen que robar es mejor que
mentir y otros lo contrario. Hay quien piensa que la muerte es mejor que la
infidelidad y otros detestan esa idea. Unos apedrean a la adúltera por que lo
consideran justo, otros defienden el respeto a la mujer. Hay quien cree que el
matrimonio divino es un hombre y una mujer y hay otros que piensan que la poligamia
es en realidad lo que Dios quiere, unos ven una piedra y la adoran, otros van y
se la fuman.. Como se puede comprobar ni siquiera dos religiones coinciden en
esto. Y menos mal, porque no todas las religiones pueden ser verdaderas a la
vez. Alguien está gastando una broma aquí a los creyentes.
5. La pregunta por la razón de ser del
mundo es propia de la filosofía y de la teología y, por eso, la palabra Dios tiene su
lugar específico en estas disciplinas. Para la teología cristiana la razón de
ser de todo es la potencia de un Amor infinito que es Dios mismo. Por eso,
porque al principio está la razón del Amor, el mundo es inteligible y lo justo
es el amor.
Esto último son afirmaciones gratuitas de una forma poética de ver el
mundo. Y puestos a elegir poesía, yo prefiero a José Hierro y no a obispos y
ayatolás, que son a mi juicio las auténticas partículas de Dios.