martes, 8 de mayo de 2012

Emociones que cuestan dinero



¿Qué es el Estado del Bienestar? Una organización de la sociedad en donde a nadie se le impide enriquecerse, en la medida que su inteligencia o azar se lo permitan. Los que han tenido la suerte o hayan dedicado el esfuerzo suficiente para conseguirlo han de contribuir
al bienestar de los que, queriendo mejorar económicamente y habiendo hecho lo posible para ello, no han podido o no han sabido.

Para que el Estado del Bienestar sea algo útil y no una quimera, ha de recaudar lo suficiente a través de sus mecanismos impositivos para financiar los servicios públicos, de la forma que estime conveniente según el criterio que los ciudadanos estimen oportuno en cada momento.

Un país moderno es aquel que sabe estimular a aquellos que pueden crear riqueza, que tiene una educación de calidad para que todos tengan igualdad de oportunidades, que permite a sus ciudadanos manifestar libremente su forma de entender la vida y que sabe atender con dignidad a los que necesitan ayuda para salir adelante.

Por eso considero torpe que un gobierno establezca impuestos finalistas, es decir, donde los ciudadanos eligen el destino de parte de sus deberes fiscales. El ejecutivo no puede delegar esa tarea que le es propia, a saber, recaudar y distribuir según su criterio.

No puede poner, por ejemplo, casillas en la declaración del IRPF para que sean utilizadas como desvío de fondos “legal” de lo que debería ir a la caja común de todos los españoles.

Es DEBER de un estado moderno asistir a sus miembros más débiles y no manifestar una incapacidad de facto derivando a asociaciones de voluntariado lo que no les corresponde.

Todos debemos mucho a ciertas asociaciones de caridad e incluso debemos colaborar con ellas con todo lo que nos sea posible pero no debemos caer en la trampa de que ciertas organizaciones privadas se conviertan en pequeños ministerios de asuntos sociales en la sombra capaces de detraer para sí fondos de solidaridad con el pretexto de que lo saben hacer mejor que el estado.

Aún es más grave, por inmoral, que organizaciones religiosas se parapeten en sus correspondientes secciones de caridad para convalidar socialmente unos credos obscurantistas que no son más que atentados a la racionalidad en el mejor de los casos.

No puedo aceptar que se me acuse de insolidario por rechazar que un estado aconfesional como el de España reparta fondos públicos a la ideología mística de una parte. No puedo aceptar la acusación de insolidaridad por rechazar que en el IRPF aparezca una casilla en donde ciudadanos pagan menos al erario público por compartir una ensoñación irracional e indemostrable según el común entendimiento humano.

Cada uno es libre de adoptar la actitud poética ante la vida que mejor considere. Que hables con tu perro, sientas el pálpito de una montaña, te alegre un día de sol, llores ante la Macarena, te asombres ante la mecánica cuántica o pienses que tu madre es la mejor del mundo puede llenar de emociones tu existencia pero no parece que sea una buena razón para no pagar lo que tu sociedad cuesta.

Por ello exijo que las religiones no se escaqueen de la cuenta y mientras no alcancen la otra vida paguen al menos lo que cuesta ésta. 

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